El empate que los Leones del Atlas cedieron frente a Malí puso de manifiesto fragilidades inusuales en la gestión táctica de Walid Regragui. Detrás de un discurso optimista que buscaba resaltar lo positivo del resultado, el final del encuentro reveló una desorganización marroquí y una tensión palpable en el banquillo, lo que plantea interrogantes de cara a la continuación de la CAN 2025. DR ‹ › El seleccionador nacional, Walid Regragui, trató de restar importancia al empate (1-1) contra Mali en la segunda jornada de la fase de grupos de la CAN 2025. Su discurso optimista, casi pedagógico, contrasta con la realidad de un partido en el que el cuerpo técnico marroquí pareció perder el control táctico, especialmente en la segunda mitad. En rueda de prensa, Regragui calificó el encuentro de «decepcionante», aunque lo presentó como un mal necesario para el resto del torneo. «Este partido nos será beneficioso para el futuro», afirmó, refiriéndose a una oposición «de nivel de cuartos o semifinales». Una manera de darle sentido a un resultado que principalmente puso de manifiesto las limitaciones de la organización marroquí frente a un equipo de Mali disciplinado y lúcido. Una organización saboteada por Regragui Más allá del marcador, el punto de inflexión del partido se sitúa claramente en las decisiones tomadas al final del encuentro. Al multiplicar los cambios con vocación ofensiva —entrada simultánea de centrocampistas ofensivos y delanteros—, el equipo técnico marroquí desestabilizó profundamente su bloque. El equipo se estiró, las líneas se distendieron y los espacios dejados a espaldas de la defensa ofrecieron a Mali un terreno favorable para sus transiciones. Un desequilibrio asumido, pero mal gestionado. Este hecho fue señalado sin rodeos por el seleccionador maliense, Tom Saintfiet, quien admitió no entender la lógica de los cambios marroquíes. «Después de los cambios, el equipo ya no estaba organizado», observó, estimando que su equipo entonces tomó el control en el centro del campo y leyó mejor el juego del rival. Una conclusión algo pretenciosa, pero el inicio del análisis es pertinente. Esta secuencia reveló de hecho una forma de nerviosismo inusual en el banquillo marroquí, incluso durante la semifinal en Catar. La voluntad de marcar a toda costa, el riesgo excesivo, como si los Leones del Atlas estuvieran perdiendo o en un partido de eliminación directa. Una paradoja, ya que Marruecos aún tenía la posibilidad de gestionar el ritmo. Señal de esta tensión palpable: varios jugadores del banquillo comenzaron a dar instrucciones a sus compañeros en el campo, confundiendo los roles y exponiendo una pérdida de control del cuerpo técnico. Demasiada fragilidad en el banquillo marroquí Regragui reconoció algunos fallos, especialmente «los grandes espacios dejados atrás», al tiempo que recordó que su equipo había «creado muchas oportunidades». También minimizó el fin de la racha de 19 victorias consecutivas (su principal argumento anteriormente), estimando que «empezar de cero» era finalmente una oportunidad para corregir las carencias antes de los partidos decisivos. En la clasificación, Marruecos mantiene la cabeza de su grupo con cuatro puntos, por delante de Mali y Zambia (dos puntos cada uno), mientras que Comoras cierra la tabla. Pero más allá de las cifras, este partido deja una advertencia clara: frente a adversarios bien organizados, algunas decisiones tácticas agravadas por la precipitación pueden debilitar un colectivo hasta ahora conocido por su solidez. Los Leones del Atlas se enfrentarán a Zambia en la última jornada, el lunes en el estadio Prince Moulay Abdallah, con la obligación de tranquilizar, tanto en el juego como en la gestión de los momentos difíciles. Más que la clasificación, será observada la capacidad de recuperar una coherencia táctica.