Tras una carrera por el liderazgo a principios de los años 60 y una ruptura durante las décadas de los 70, 80 y 90, las relaciones entre Marruecos y Etiopía inician una nueva era marcada por la cooperación económica. Las relaciones entre Etiopía y Marruecos nunca han sido sencillas. Desde principios de los años 60, surgieron diferencias significativas entre ambas capitales, cada una con su propia visión de África. Rabat defendía la revisión de las fronteras heredadas de la colonización, una idea compartida por otros países del continente que se unieron bajo el «Grupo de Casablanca». El 4 de enero de 1961, por iniciativa del rey Mohammed V, representantes de Ghana, Guinea, Mali, Marruecos y Egipto se reunieron en Casablanca para «establecer una carta de la nueva África que trazara el marco de acción para lograr los principales objetivos africanos», según escribió Ahmed Balafrej (1908-1990), primer secretario general del Istiqlal y ex jefe de la diplomacia y del gobierno bajo Mohammed V y Hassan II. El emperador y la «Guerra de las arenas» Cuatro meses después, entre el 8 y el 12 de mayo de 1961, nació el «Grupo de Monrovia». Etiopía, bajo el liderazgo del emperador Haile Selassie, quien tenía una gran influencia moral y espiritual sobre otros líderes, asumió de facto la dirección de esta entidad compuesta por 12 países. Este grupo defendía el statu quo territorial, considerado clave para la estabilidad de los Estados recién independizados. La «Guerra de las arenas» de 1963 brindó al emperador la oportunidad de reafirmar su visión sobre la inviolabilidad de las fronteras coloniales. Actuó como mediador entre Marruecos y Argelia, logrando un acuerdo de alto el fuego. Durante su visita al reino, Haile Selassie se reunió con Hassan II y realizó visitas turísticas, destacando su paso por Marrakech. Desde entonces, las relaciones políticas entre el reino y Etiopía prácticamente se desvanecieron. La competencia por el liderazgo continental dejó de ser una prioridad para ambos líderes, quienes enfrentaban serios problemas internos: levantamientos en Marruecos y dos intentos de golpe de Estado en 1971 y 1972; y en Etiopía, una hambruna en la región de Wollo (1966), protestas estudiantiles y una crisis económica que precipitaron la caída del régimen. En 1974, un grupo militar conocido como DREG (Gobierno Militar Provisional de la Etiopía Socialista) puso fin al reinado del emperador. Tras violentas luchas internas entre los líderes del golpe, Mengistu Haile Mariam emergió como el líder fuerte del país. Esto fue un mal augurio para Marruecos, ya que el nuevo dictador se acercó al bloque comunista y sus aliados en África, especialmente Argelia, sellando este acercamiento con el reconocimiento de la «RASD» en 1979. El giro hacia la economía La huida de Haile Mariam en 1991 hacia Zimbabue y la llegada al poder de Meles Zenawi no cambiaron significativamente las relaciones entre Rabat y Addis Abeba, que seguían influenciadas por las dinámicas de la «Guerra Fría». No fue hasta después de la muerte de Zenawi, el 20 de agosto de 2012, que ambas capitales comenzaron lentamente a abrirse. La antigua rivalidad por el liderazgo continental entre el «Grupo de Casablanca» y el «Grupo de Monrovia» dio paso a una cooperación económica. Fueron los etíopes quienes dieron el primer paso hacia el reino. En mayo de 2015, el primer ministro Haile Mariam Dessalegn envió a sus ministros de Asuntos Exteriores y Finanzas a Marruecos. Addis Abeba buscaba el apoyo del reino para impulsar su sector agrícola. Esta estrategia culminó exitosamente con el reciente anuncio del gobierno etíope sobre la construcción, en colaboración con la OCP, de una fábrica de fertilizantes valorada en 2,5 mil millones de dólares.