Tras el atentado en la mezquita de Grand-Combe el pasado 25 de abril, el primer ministro francés, François Bayrou, se cuestionó sobre la reticencia a usar el término «islamofobia». Para él, «no se puede combatir lo que no se quiere nombrar». En una entrevista publicada el sábado por la noche en el sitio del JDD, Bayrou adoptó una postura que su ministro del Interior, Bruno Retailleau, había rechazado hasta ahora. Considera necesario «tener el valor de decir las cosas como son». En el semanario propiedad de Vincent Bolloré, Bayrou fue directo: «Rechazar una palabra porque no se quiere enfrentar la realidad es algo que he visto en mi carrera política. Aquí, los hechos son claros: un joven de 22 años, asesinado en una mezquita mientras rezaba. Su agresor grabó el crimen mientras lanzaba insultos contra Alá. Entonces pregunto: si esto no es odio contra el islam, ¿qué es?», expresó. El primer ministro criticó «el odio hacia los musulmanes y el islam, el odio hacia los judíos y el judaísmo», así como «el odio hacia los cristianos», señalando que hay «crímenes en los tres casos». Tras el asesinato de Aboubakar Cissé, apuñalado 57 veces, Bayrou ya había denunciado una «ignominia islamofóbica». Sin embargo, dentro de la derecha política, el término no solo se ignora, sino que a menudo se cuestiona o se rechaza. En una entrevista el domingo en La Tribune, Bruno Retailleau respondió a Bayrou, argumentando que «el término 'islamofobia' tiene una connotación ideológica muy ligada a los Hermanos Musulmanes». Mientras tanto, líderes musulmanes lamentan «la impresión de un trato desigual y un preocupante doble rasero». Reunidos la semana pasada con el presidente Emmanuel Macron, el rector de la Gran Mezquita de París, Chems-eddine Hafiz, y la presidenta de la Coordinación de Asociaciones Musulmanas de París, Najat Benali, afirmaron que la falta de reconocimiento del asesinato de Aboubakar Cissé como un «atentado terrorista» contribuye a este clima de tensión.