Después de seis años de formación, los médicos generales marroquíes enfrentan un dilema crucial: elegir entre un estatus de «voluntario» por 5,000 dirhams mensuales o un contrato con el Ministerio de Salud, que a menudo se rompe en favor del sector privado. Esta fuga de talentos hacia las clínicas privadas, financiada por el Estado, agrava la crisis de recursos humanos en los hospitales públicos, destacando la urgencia de una reforma estructural del sistema de salud en Marruecos. Tras seis años de estudios intensivos entre anfiteatros y hospitales universitarios, el médico generalista marroquí finalmente obtiene su tan esperado título. Es entonces cuando se enfrenta a una decisión crucial en la siguiente etapa de su carrera: optar por el estatus de «contratado» y ser empleado por el Ministerio de Salud y Protección Social con un salario mensual, o elegir el estatus de «voluntario», recibiendo una asignación que el gobierno ha incrementado recientemente, en medio de protestas, de 3,500 a 5,000 dirhams. Este sistema dual plantea un verdadero dilema. Más de la mitad de los estudiantes de medicina eligen ser «voluntarios». Esto implica que reciben su formación en facultades públicas financiadas por el Estado, que cubre los costos materiales y pedagógicos, para luego dirigirse, una vez titulados, al sector privado. En otras palabras, se forman con fondos públicos para trabajar en clínicas privadas. El elefante en la habitación El Estado invierte en la formación de estos médicos, les paga indemnizaciones, y finalmente los «entrega» al sector privado, mientras los hospitales públicos continúan padeciendo una falta crónica de personal médico. Por otro lado, los estudiantes de facultades privadas pagan al menos diez mil dirhams mensuales por su formación y terminan trabajando en las mismas clínicas que sus colegas «formados gratuitamente» en instituciones públicas. Para la minoría que elige ser «contratado», muchos no permanecen mucho tiempo en el sector público. Son numerosos los que, tras obtener su título, buscan romper su contrato para unirse al sector privado. En estos casos, el Estado exige que reembolsen el doble de las sumas recibidas como salario durante su formación. Es aquí donde entran en juego las clínicas privadas, que aparecen como «salvadoras» al ofrecer hacerse cargo de ese monto a cambio de un empleo remunerado, recuperando así las sumas de manera escalonada. El médico contratado se convierte entonces en empleado de la clínica privada, mientras que el sector público pierde sus talentos. Las clínicas privadas se convierten así en instituciones de «reclutamiento alternativo», atrayendo a los médicos del ámbito estatal. Esta situación, que ni el ministro ni nadie más ha abordado, es crucial para reformar el sistema de salud en Marruecos. En la precaria situación en la que se encuentran los hospitales públicos, deberían ser los primeros en beneficiarse de los recursos humanos formados por las universidades públicas. El sector privado está devorando los recursos del público Actualmente, la red de clínicas privadas se extiende por todas las regiones y provincias, incluso en las ciudades más pequeñas. Estas clínicas ya no se contentan solo con los recién graduados: también reclutan médicos experimentados que trabajan en el sector público, acentuando así la fuga de recursos humanos en los hospitales públicos. El sector público, que debería ser el pilar del sistema de salud, es doblemente víctima: por una parte, de una mala gestión de las políticas públicas, y por otra, de la dominación del sector privado. En lugar de que el privado complemente al público, se beneficia de sus recursos humanos, de su formación y de su financiación. Los problemas del sector de la salud son numerosos y complejos, pero su núcleo reside en la falta de personal calificado. Sin embargo, solucionar este déficit no requiere un año y medio, como afirman algunos responsables, sino decisiones valientes y leyes vinculantes que obliguen a los médicos formados con dinero público a cumplir con su deber en las instituciones estatales y clarifiquen su relación con el sector privado. En lugar de ello, los responsables aparecen en los noticieros para repetir lo que ya sabemos y lo que corean los manifestantes de la generación Z en las calles: «el sector sufre de una falta de personal calificado». La solución reside en la rehabilitación del hospital público como servicio vital al servicio del interés general.