«Nunca se ha reconocido mi trabajo con mi verdadero nombre», lamenta Mohamed Amghar en las páginas del diario Le Parisien. Durante dos décadas, este franco-marroquí tuvo que responder al nombre de Antoine en su lugar de trabajo. Hoy, la justicia le ha dado la razón: su antiguo empleador, Intergraph France, ha sido condenado por discriminación, acoso moral y violación de la privacidad. El caso se remonta a 1997. Contratado como comercial, Mohamed se vio obligado a cambiar de nombre desde su incorporación. «La persona que sería mi futuro jefe me pidió que dejara de llamarme Mohamed», recuerda, evocando la vergüenza y la ira que sintió aquel día. Detrás de esta solicitud estaba la idea de que su nombre «no caía bien» entre los clientes. «Supongo que pensaban que Mohamed no podía hacer prospección (...) Es racismo, es discriminación.» Atrapado en lo que hoy describe como una «doble identidad», se convirtió en «Antoine» en la oficina, sin haberlo solicitado jamás. Logró éxitos comerciales y recibió reconocimientos internos, pero siempre bajo un nombre que no era el suyo. «La herida sigue presente. 20 años, es mucho tiempo», insiste. Al dejar la empresa en 2017, Mohamed decidió actuar. Aunque inicialmente su caso fue desestimado por el tribunal laboral, finalmente obtuvo una victoria en la corte de apelaciones en 2025. Esta reconoció que el cambio de nombre no fue iniciativa suya y señaló la falta de justificación por parte del empleador. Intergraph France ha sido condenada a pagar alrededor de 30,000 euros en daños e intereses. «No es nada para ellos», comenta Mohamed. El grupo, filial del gigante sueco Hexagon AB, no ha querido hacer declaraciones sobre la decisión.