El Polisario ya no exige la organización de un referéndum, la independencia o la implementación del plan de arreglo elaborado hace casi cuatro décadas por la ONU y la Organización de la Unidad Africana, en favor de una «solución política mutuamente aceptable» a la cuestión del Sáhara. ¿Estamos ante un giro decisivo? Para entender las razones de la nueva posición de la dirección del Frente, Yabiladi ha solicitado el análisis de Mohamed Elghet Malainine, vicepresidente del Centro Marroquí para la Diplomacia Paralela y el Diálogo de las Civilizaciones (CMDPDC). Entrevista. ¿Ha cedido el Polisario a las presiones de Donald Trump al abandonar algunas de sus reivindicaciones? No exactamente. Más que una rendición, se trata de una táctica temporal, impulsada principalmente por la presión del Consejo de Seguridad de la ONU. Este órgano ha evolucionado de una postura expectante a una aceptación gradual del enfoque pragmático de Marruecos: primero relativizando la importancia del referéndum, luego ponderando la opción de la autonomía, hasta reconocer progresivamente la legitimidad de esta propuesta. En este contexto, la presión ejercida por Estados Unidos bajo la administración Trump, respaldada por Francia y el Reino Unido, no obliga al Polisario a rendirse, sino a ganar tiempo para su supervivencia política. Sin embargo, esta presión coloca al Polisario ante un dilema existencial: si continúa rechazando la autonomía, corre el riesgo de ser etiquetado por Washington como una organización terrorista, con todas las implicaciones que ello conlleva. Pero si acepta, pierde su razón de ser. Este cambio refleja tanto la persistente incapacidad para imponer el referéndum como el inicio de una toma de conciencia —no admitida porque aún no es asumida— sobre la magnitud de las transformaciones en el dossier. ¿Este cambio es una mera estrategia a la espera de la salida de Trump o es consecuencia de los fracasos continuos del Polisario para imponer su posición? Un poco de ambas. Por un lado, la dirección del Polisario busca ganar tiempo, como si la historia pudiera detenerse. Por otro, paga el precio de décadas de fracasos. El estancamiento del referéndum no es un accidente: es un fracaso estratégico. Más grave aún, el movimiento no ha sabido captar la magnitud de los cambios geopolíticos en curso. Defender la idea de un referéndum es abogar por una solución obsoleta, enterrada por la realidad y por la voluntad del Consejo de Seguridad de avanzar hacia un arreglo basado en la autonomía. Creer que bastaría con esperar el fin del mandato de Trump para que las cosas cambien es una ilusión: él ya estuvo fuera durante cuatro años, y la línea estadounidense bajo Biden no ha variado ni un ápice. ¿Este cambio se debe a la presión de Argelia? En gran medida, sí. Argelia sigue siendo el principal apoyo del Polisario, pero ella misma está bajo presión. A nivel internacional, la dinámica evoluciona en su contra: Washington, París y Londres insisten en que solo la autonomía marroquí es creíble. Pero la presión más fuerte es interna. La economía es frágil, la sociedad está en tensión, y muchos argelinos ven la cuestión del Sahara como una carga costosa. Se alzan voces, como la de Noureddine Boukrouh, exministro de 1999 a 2005 bajo la presidencia de Abdelaziz Bouteflika, que afirman abiertamente que este camino es un callejón sin salida. El problema es que el régimen sigue prisionero del legado de Boumediene y de una retórica que data de la Guerra Fría. No logra reconocer públicamente una evidencia: no habrá victoria. Solo queda la posibilidad de un compromiso honorable. ¿Este cambio será aceptado por los miembros del Polisario? Todo depende de a quién nos refiramos con «miembros». Si hablamos de los habitantes de los campamentos de Tinduf, la respuesta es evidente: no son militantes, sino poblaciones atrapadas en un conflicto interminable. El último informe del Secretario General de la ONU, publicado en julio de 2025, reveló cifras alarmantes: el 13% de los niños sufren de desnutrición aguda, un porcentaje que los coloca, según la OMS, al borde de la hambruna. En este contexto, hablar de adhesión o rechazo carece de sentido: estas familias aspiran principalmente a la dignidad y a un futuro mejor. Si, en cambio, hablamos de los pocos miembros que continúan perteneciendo orgánicamente al Polisario, cabe recordar que muchos ya no lo hacen por convicción ideológica, sino bajo la presión de las restricciones de la vida diaria, al no haber podido regresar a Marruecos o emigrar a España. Su «aceptación» no es, por tanto, una elección política, sino la consecuencia de un encierro social y existencial.