Marruecos e Irán han mantenido una relación compleja, moldeada por intercambios intelectuales, la influencia sufí y acercamientos diplomáticos infructuosos, debido a las alianzas de la Guerra Fría y las tensiones ideológicas. A pesar de un rico patrimonio cultural, los lazos se han distendido regularmente, más recientemente en 2018. Un repaso a la tumultuosa historia de las relaciones bilaterales, su evolución a través de alianzas cambiantes y rivalidades. Las relaciones diplomáticas y culturales entre Marruecos e Irán constituyen una de las interacciones más complejas y duraderas dentro del mundo musulmán. Extendiéndose por más de cuatro siglos, se caracterizan por intercambios intelectuales, influencias religiosas, alianzas fallidas, rupturas ideológicas y confrontaciones geopolíticas. Aunque geográficamente distantes, ambos países han oscilado a menudo entre la afinidad y la oposición, influenciados por circunstancias históricas, transformaciones ideológicas y presiones externas. Periodo medieval y moderno: intercambios intelectuales y culturales Los cimientos de las relaciones marroquí-iraníes se anclan en interacciones intelectuales, espirituales y religiosas que prosperaron a través del mundo islámico durante el periodo medieval. Como explica Annie Tracy Samuel en su artículo «Commanding the Faithful: The Kingdom of Morocco's Relations with the Islamic Republic of Iran», estos primeros vínculos fueron facilitados por redes transregionales de eruditos y místicos sufíes que conectaban ciudades como Fez, Marrakech, Isfahán y Bagdad. Las tradiciones sufíes marroquíes, especialmente la Shadiliyya y la Jazouliyya, encontraron un terreno fértil en el mundo islámico oriental. Una contribución marroquí significativa a la vida espiritual iraní fue el Dala'il al-Khayrat, un compendio de oraciones y bendiciones sobre el Profeta, escrito por Muhammad al-Jazouli en el siglo XV. Compuesto en Marrakech, este texto fue ampliamente adoptado en las khanqahs persas (logias sufíes) y se convirtió en una parte integral de la práctica devocional en Irán. Como señala el historiador francés Dominique Valérian, su difusión del Magreb a Turquía otomana y a la Persia safávida lo convirtió en un libro «casi sagrado». Los intercambios culturales no se limitaron a las tradiciones teológicas y místicas. También dejaron huellas en el idioma. La influencia persa penetró el árabe marroquí a través de un vocabulario prestado a lo largo de siglos de contacto, con palabras como ibrik (jarra), khanjar (daga), yasmin (jazmín), misk (almizcle) y maristan (hospital), testimoniando la profundidad de la difusión cultural. Estas huellas lingüísticas sugieren un contacto duradero que trascendió las élites para moldear el lenguaje popular y la vida cotidiana. Simultáneamente, los textos filosóficos y teológicos persas desempeñaron un papel esencial en la formación de las tradiciones eruditas marroquíes. Las obras de pensadores como al-Farabi y al-Ghazali eran imprescindibles en las madrasas marroquíes, revelando la naturaleza bidireccional de los intercambios intelectuales. Dos figuras marroquíes se destacan en este contexto. Primero, Ibn Battuta, el viajero del siglo XIV cuya Rihla incluye reflexiones sobre su visita a ciudades persas como Tabriz y Shiraz. Sus escritos proporcionan uno de los pocos relatos marroquíes de primera mano sobre la vida persa durante el periodo del Ilkanato mongol. Luego, Ibn al-Banna al-Marrakushi (1256-1321), un polímata cuyas obras matemáticas encontraron un público mucho más allá del Magreb. Aunque nunca viajó a Persia, su influencia se extendió hacia el este, donde sus tratados sobre álgebra y astronomía cruzaron las tradiciones científicas iraníes. Según Wabelha Mahdi Mohammed en su estudio Joudour al-'alaqat al-Maghribiya al-Iraniya, «los primeros vínculos marroquí-iraníes se fundaron en paralelismos civilizacionales más que en una proximidad territorial». El Gran Juego: Shah Abbas y el sultán marroquí El intento diplomático más destacado ocurrió a finales del siglo XVI cuando la dinastía safávida iraní buscó establecer una alianza con la dinastía saadiana de Marruecos. Esta apertura estaba motivada por una estrategia común: contener la expansión otomana. Según el historiador Dr. Abdelhadi Tazi en «La historia diplomática de Marruecos desde tiempos antiguos hasta hoy», los safávidas tomaron conciencia del creciente poder de Marruecos, especialmente después de la victoria saadiana en la batalla de los Tres Reyes (1578) contra los portugueses.