En Marruecos, la caza de leones ha obedecido durante mucho tiempo a métodos complejos, como el uso de fosas profundas o trampas. El rey de la selva ha sido capturado vivo con fines políticos y diplomáticos, para servir como regalos o como símbolo que inspire temor. Los leones del Atlas ocupan un lugar destacado en la identidad y la historia de Marruecos. Antaño, estos majestuosos felinos recorrían libremente los bosques y montañas del país hasta principios del siglo XX. Hoy en día, su legado perdura en el nombre del equipo nacional de fútbol, simbolizando orgullo y fuerza. Sin embargo, antes de convertirse en un emblema, los leones eran temidos y cazados. En el siglo XVI, los leones aún representaban un peligro real en los bosques marroquíes, especialmente en las áreas de Maâmora y Tiflet, donde los viajeros tomaban precauciones especiales. El diplomático y escritor Johannes Leo Africanus, conocido también como Hassan al-Wazzan, destacó que mientras algunos leones eran especialmente feroces, otros, como los de la zona de Agla (Tetuán), eran más dóciles. Eran numerosos, «pero tan mansos por naturaleza que incluso los niños los espantaban con sus gritos», escribió al-Wazzan. Historia de León el Africano tras las huellas del Marruecos medieval Atrapar al león del Atlas Mientras algunos evitaban a los leones por miedo, otros los cazaban activamente. En el siglo XVII, el francés Germain Mouette, quien fue capturado por los piratas de Salé y retenido en Marruecos durante más de una década, ofreció una descripción detallada de la caza de leones en su obra Los Viajes del Señor Mouette (1710). En la región del Souss, Mouette observó la abundante presencia de leones. «Durante el día, se refugian en cuevas», escribió. Por la noche, salen a cazar. Los habitantes, conocedores de sus hábitos, colocaban trampas ingeniosas para capturarlos vivos. El método era tan complejo como letal. Se cavaba un pozo profundo cubierto con una trampilla, cuidadosamente equilibrada, «fijada a una clavija, también ponderada» con una oveja muerta como cebo. Atraído por el olor, el león pisaba la trampilla y «caía en el pozo, cabeza primero». Debajo de este pozo había otro, conectado por un pasaje. Allí, un gran cofre «como una ratonera» contenía un cuarto de oveja. Hambriento y atrapado, el león se arrastraba dentro—«atrapado como un ratón en una trampa». Unos anillos de hierro fijados a las esquinas del cofre permitían izarlo sobre un caballo y transportarlo hasta el caíd más cercano, quien podía decidir entre matar o exhibir al león en el lugar. Un símbolo político Más allá de la caza, los leones tenían un significado político. En las cortes reales, eran ofrecidos como regalos diplomáticos. En 1532, un soberano wattasí envió un león marroquí y otros animales al rey de Francia como gesto de buena voluntad. También se utilizaban como herramienta de castigo o intimidación. En Mequinez, el sultán Moulay Ismaïl trajo catorce leones de las montañas y los alojó en un recinto junto a la prisión que albergaba a cautivos cristianos obligados a construir su palacio. Como escribió el historiador Bernard Rosenberger en Leones, Santos y Sultanes en Marruecos, el sultán encontraba a menudo «un placer extremo» en ver a estos animales luchar contra criminales o prisioneros a quienes exponía. Con el tiempo, la aparición de armas de fuego y el desarrollo de las tierras desplazaron a los leones hacia zonas más remotas y menos habitadas. Los viajeros del siglo XVII todavía reportaban avistamientos en el Rif y otras regiones, pero señalaban que los leones eran generalmente no agresivos, a menos que fueran provocados. El último león del Atlas salvaje conocido fue abatido en 1909 cerca de Aïn Leuh, en el Medio Atlas.