Los analistas consideran que la última resolución de la ONU que aprueba el plan de autonomía de Marruecos abre el camino para una reconciliación entre Marruecos y Argelia, negociada por Estados Unidos, que podría estabilizar el norte de África gracias a la cooperación en materia de energía, seguridad y migración. Una investigadora del Instituto del Medio Oriente sostiene que la combinación entre el diálogo político y la integración regional convertiría a Argelia en un socio. En vísperas de la reciente resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que respaldó el plan de autonomía de Marruecos como una solución viable para el conflicto del Sahara, surgieron rumores sobre una posible reconciliación entre Marruecos y Argelia. Justo antes de la votación del 31 de octubre, Steve Witkoff, enviado especial de Estados Unidos, reveló que su equipo estaba elaborando un marco de paz entre ambos países, con la meta de obtener resultados en un plazo de 60 días. Los analistas ven este momento como una oportunidad para un reinicio regional más amplio. Según Intissar Fakir, investigadora del Middle East Institute, un acuerdo negociado por Estados Unidos podría ofrecer mucho más que una solución al conflicto del Sahara. Podría «desbloquear una oportunidad de reconciliación entre Marruecos y Argelia que integre la economía del Magreb, fortalezca la seguridad en el Sahel y amplíe la cooperación energética». Este desarrollo, sostiene Fakir, no solo estabilizaría el norte de África, sino que «avanzaría los intereses de Estados Unidos al compartir responsabilidades con Europa, contrarrestaría la influencia de Rusia y China, y facilitaría la inversión extranjera en una región clave que conecta Europa con el África subsahariana». Un camino pragmático hacia adelante La rivalidad entre Marruecos y Argelia, señala Fakir, está profundamente arraigada en sus identidades poscoloniales. Mientras Marruecos se ha desarrollado como una monarquía pro-occidental con orientación de mercado, Argelia ha mantenido su modelo revolucionario centrado en el Estado. Décadas después, estas diferencias continúan influyendo en sus políticas exteriores y alimentando la desconfianza mutua. «El Sahara Occidental es solo una faceta de una competencia más profunda por el liderazgo regional», explica. Marruecos se proyecta como un puente entre África y Europa, impulsado por iniciativas como el gasoducto Marruecos-Nigeria y la Iniciativa Atlántica. Por su parte, Argelia enfatiza una diplomacia centrada en la soberanía y su papel como garante de la seguridad en el Sahel. Sin embargo, mientras Argel se aísla y Rabat gana reconocimiento internacional por su plan de autonomía de 2007, el equilibrio de poder ha cambiado. Desde la ruptura de relaciones diplomáticas con Marruecos en 2021, Argelia ha rechazado ofertas de mediación, según Fakir. No obstante, sugiere que esta tendencia podría revertirse. La visita del enviado estadounidense Massad Boulos a Argel a mediados de 2025 fue vista como una oportunidad para el diálogo. Con el temor de que «el Congreso estadounidense sancione al país por sus compras de armas rusas bajo la ley Countering America's Adversaries Through Sanctions Act (CAATSA)» y observando su menguante influencia en Malí y el Sahel, Argelia podría considerar un diálogo renovado con Washington y Rabat como un camino pragmático a seguir. «Argelia sigue siendo un actor clave como principal proveedor de gas de Europa», señala Fakir, pero el país necesita inversiones y reformas económicas sin comprometer su estabilidad. Un acuerdo que combine cooperación energética, modernización económica y una «solución que permita salvar la cara» sobre el Sahara, dice ella, podría transformar a Argelia de «perturbador regional a socio de negociación viable». Un marco para la paz y la integración La investigadora también propone un plan en dos fases para lograr una estabilidad duradera entre los dos países. La primera fase se centraría en la desescalada, incluyendo un compromiso de alto el fuego por parte del Polisario y el fomento de la confianza mutua entre Rabat y Argel. La segunda fase se enfocaría en la integración regional, abarcando mecanismos conjuntos de lucha contra el terrorismo, gestión coordinada de la migración y asociaciones energéticas que beneficien a ambas naciones. Fakir sugiere también un mecanismo de coordinación multilateral para el Sahel que involucre a Estados Unidos, la UE, Marruecos y Argelia, que «permita a Argelia desempeñar el papel de líder que busca, al tiempo que otorga a Marruecos una posición más destacada en los esfuerzos regionales de lucha contra el terrorismo». Finalmente, un marco colectivo de gestión de las migraciones mejoraría el intercambio de información, prevendría la fragmentación y aliviaría las tensiones políticas respecto al «flujo de migrantes», fomentando una asociación UE-Magreb más equilibrada. «Resolver la cuestión del Sahara por sí sola no pondrá fin a la rivalidad», insiste Fakir. «Pero un acuerdo global que vincule la reconciliación política con la cooperación regional podría finalmente transformar la competencia en coexistencia».