Un informe internacional alarmante destaca la situación crítica de Marruecos frente a la sequía, pronosticando una escasez extrema de agua para el año 2050 si las tendencias actuales continúan. Con precipitaciones en caída libre y temperaturas récord, el país se está volcando hacia soluciones costosas como la desalinización para mitigar la crisis hídrica. El sector agrícola, pilar de la economía marroquí, sufre de lleno las consecuencias de esta creciente aridez, amenazando la seguridad alimentaria y económica. Un reciente informe internacional, titulado «Zonas de sequía en el mundo 2023–2025», publicado este mes por el Centro Nacional de Mitigación de la Sequía de Estados Unidos en colaboración con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, ofrece un panorama alarmante sobre la situación hídrica y climática de Marruecos. El documento advierte que, de mantenerse la tendencia actual, el país podría enfrentar una «escasez extrema de agua» hacia mediados de siglo. Seis años de sequía y un futuro aún más árido El informe subraya que, aunque los episodios de sequía son parte del clima marroquí, su frecuencia e intensidad han aumentado considerablemente desde principios del siglo XX. Entre 2018 y 2024, Marruecos ha vivido su sequía más prolongada en décadas, con 2022 marcado como el año más seco en tres décadas. Según los modelos climáticos, las precipitaciones en las cuencas de las montañas del Atlas podrían disminuir un 65 % para 2100, poniendo en riesgo los recursos hídricos y agrícolas del país. Actualmente, Marruecos cuenta con aproximadamente 645 metros cúbicos de agua por habitante al año, en contraste con los 10,000 metros cúbicos de los países ricos en agua. Esta cifra podría reducirse a 500 metros cúbicos para 2050, clasificando al país en la categoría de «escasez extrema de agua». El inicio del año 2024 ha sido especialmente crítico en términos de recursos hídricos, con un nivel medio de llenado de los embalses de solo el 25 %. En enero, Marruecos registró sus temperaturas más altas jamás vistas, alcanzando los 37 grados Celsius, y un déficit de precipitaciones del 57 %. El embalse Al Massira, el segundo más grande del país, ha visto caer sus niveles de llenado a entre el 1 y el 2 %. Varias ciudades han impuesto estrictas restricciones sobre el uso del agua, prohibiendo el lavado de coches, la limpieza de calles y el riego de jardines. En algunas áreas, los baños públicos incluso han sido cerrados tres días a la semana. Recurso a la desalinización a pesar de los altos costos Ante esta crítica escasez, Marruecos ha recurrido a la desalinización del agua de mar, a pesar de los elevados costos derivados de la importación del 90 % de sus necesidades energéticas. El país planea construir 11 nuevas plantas desalinizadoras entre 2024 y 2025, además de operar 23 plantas móviles. Marruecos también ha invertido alrededor de 15 millones de euros en programas de siembra de nubes entre 2021 y 2023, los cuales habrían incrementado las precipitaciones en un 4 % y mejorado la producción agrícola hasta en un 20 %. La sequía ha afectado gravemente al sector agrícola, que emplea aproximadamente al 35 % de la fuerza laboral marroquí. Justo antes del Aïd al-Adha en 2023, los precios de la carne alcanzaron niveles récord, lo que llevó al gobierno a quintuplicar las importaciones de ganado y a suspender los aranceles para aliviar la presión. En abril de 2024, la agricultura marroquí había perdido el 20 % de su producción, mientras que un informe europeo preveía que los rendimientos de trigo y cebada serían un 30 % inferiores a la media anual. El gobierno se vio obligado a extender el apoyo a las importaciones de trigo blando hasta finales de 2025. El informe también señaló una disminución del 38 % en el número de ovejas en comparación con 2016 debido a la sequía. El informe insta a los países afectados por la sequía, incluido Marruecos, a evaluar los riesgos y adoptar medidas de adaptación urgentes. Las recomendaciones incluyen la reducción del consumo de agua, la diversificación de las fuentes mediante la desalinización y la reutilización, la mejora de la gobernanza y los sistemas de alerta temprana, así como la participación comunitaria y la cooperación regional para enfrentar los desafíos futuros.