Si bien el aceite de oliva es una tradición cultural ampliamente difundida en Marruecos y en el resto del Mediterráneo, el aceite de argán proviene de una tradición cuidadosamente preservada por las poblaciones que han sabido aprovecharlo. En su territorio endémico, este árbol milenario representa tanto las raíces como la continuación de una vida social en simbiosis con la naturaleza, de una generación a otra. El argán, árbol endémico de Marruecos, ha echado raíces en estas tierras desde hace milenios, especialmente en las zonas rurales que se extienden entre Essaouira y Sidi Ifni, pasando por Agadir y Taroudant. A lo largo de los siglos, se han desarrollado numerosos usos en torno al argán, comenzando por la extracción de su preciado aceite. Más allá de sus aplicaciones culinarias y cosméticas, esta sustancia, conocida a menudo como «oro líquido», tiene un profundo significado cultural para las comunidades locales. En la tradición amazigh, el árbol frutal simboliza la sacralidad de la naturaleza, la longevidad y la resiliencia frente al clima árido, así como los fuertes lazos entre el ser humano y su entorno. El «argania spinosa» forma parte de una reserva de biosfera mundial única, reconocida por la UNESCO. Este árbol puede alcanzar los siete metros de altura y vivir más de 250 años. Para destacar sus múltiples simbolismos e importancia, tanto para la agricultura como para las comunidades locales, se le ha dedicado un Día Mundial, celebrado cada 10 de mayo. Como pilar de los sistemas agroforestales gracias a su resistencia a la sequía, el argán es un elemento fundamental en el estilo de vida de las comunidades que lo han aprovechado. Su abundancia ha dado lugar a más de treinta productos de uso cotidiano, que abarcan desde la alimentación y la agricultura hasta la ganadería, la cosmética, el comercio, y más tarde, la arquitectura y la artesanía. El aceite de argán: esencia de una civilización en el plato En la cultura local, el argán desempeña tres funciones principales. Su papel ecológico se manifiesta en su capacidad para actuar como barrera contra la desertificación y la erosión del suelo. Económicamente, se traduce en la producción de madera y forraje, además de ser un medio de intercambio comercial. Socialmente, es una fuente de subsistencia para los locales, creando cadenas de oficios que respetan la naturaleza. El argán es un ejemplo de uso sostenible, ya que nada se desperdicia. Su fruto permite extraer aceite, las cáscaras se utilizan como combustible y los pasteles sirven de alimento para el ganado. La extracción del aceite de argán es un saber hacer ancestral, principalmente manual, con fines alimentarios, cosméticos e incluso médicos tradicionales. Similar a algunos métodos locales de extracción de aceite de oliva, el proceso se lleva a cabo en varias etapas, utilizando herramientas rudimentarias de madera y piedra, y es realizado principalmente por mujeres de las regiones del argán. Una vez que el fruto madura, se inicia la recolección. Luego, se seca en los tejados, seguido de un trabajo meticuloso para separar la nuez de la piel. Se extrae la semilla, que luego se tuesta y se muele. En este punto, comienza la fase más delicada: la extracción del aceite mediante el prensado manual de la pasta, antes de su acondicionamiento o embotellado. Considerado un tesoro colectivo, este producto esencial en las mesas amazigh del sur del país se almacena cuidadosamente para el año.