Fábricas abandonadas, hangares tapiados, terrenos baldíos… Casablanca está llena de terrenos olvidados, como el de Aïn-Borja, en pleno corazón de la ciudad. Algunos los ven como cicatrices, pero estos espacios son una oportunidad única para replantear el futuro urbano. El arquitecto y profesor Mehdi Besri apuesta por ello: transformar el abandono en vitalidad. Detrás de la estación Casa-Voyageurs, a un paso del barrio de Roches-Noires, se extiende un vasto espacio silencioso. Donde antes resonaban las máquinas y los pasos de los obreros, ahora solo queda un terreno baldío, olvidado por la ciudad. Este lugar, conocido como Aïn-Borja, representa una realidad que todas las grandes metrópolis marroquíes conocen bien: la proliferación de terrenos vacíos, fábricas abandonadas y zonas desatendidas en pleno corazón urbano. Estas áreas desoladas plantean una pregunta esencial: ¿deberíamos verlas como cicatrices urbanas o, por el contrario, como tesoros dormidos capaces de transformar Casablanca? Para Mehdi Besri, arquitecto, fundador de Diagram architecture y profesor en la Escuela de Arquitectura de Casablanca, la respuesta es clara: estos lugares son potentes palancas de transformación. «La ciudad es como un cuerpo humano. Algunos tejidos dejan de funcionar, pero se pueden regenerar. De la misma manera, las áreas urbanas abandonadas pueden revitalizarse para devolver vida al conjunto del cuerpo urbano», explica. Mehdi Besri, arquitecto en Casablanca / DRMehdi Besri, arquitecto en Casablanca / DR Construir la ciudad sobre la ciudad Desde hace varias décadas, Casablanca, al igual que otras metrópolis marroquíes, se ha expandido a costa de las tierras agrícolas y los espacios naturales. Esta expansión urbana consume recursos valiosos y aumenta la presión ambiental. «Hay que aprender a cocinar con lo que ya tenemos en el plato», ilustra Besri. «Es decir, en lugar de consumir nuevas tierras, construyamos la ciudad sobre la ciudad. Es ecológico y promueve nuevas dinámicas sociales.» Casablanca crece dos hectáreas por día Las áreas abandonadas son precisamente esas reservas de suelo olvidadas, a menudo situadas en pleno corazón de las ciudades. Hace cincuenta años estaban en la periferia, pero la expansión urbana las ha alcanzado y colocado en posiciones estratégicas. Aïn-Borja, un patrimonio dormido El terreno baldío de Aïn-Borja es emblemático de este potencial. A pocos pasos de la estación, se sitúa en la intersección de dos mundos: por un lado, Belvédère, un barrio animado de cafés y comercios; por otro, un no man's land desierto. «Aïn-Borja es, ante todo, una memoria», recuerda Besri. «Este sitio fue un motor industrial de Casablanca, rodeado de barrios obreros. Se encuentra una arquitectura única, que mezcla art déco y neo-morisco, que merece ser redescubierta. Rehabilitar este barrio también es valorar este patrimonio desconocido y sensibilizar a los casablanqueses sobre su historia.» Pero el desafío va más allá de la cuestión patrimonial. Se trata de reinventar un espacio vital capaz de acoger nuevas actividades: parques, equipamientos culturales, espacios de trabajo, viviendas. «Estos barrios podrían convertirse en trampolines para la juventud marroquí, espacios inclusivos y abiertos para todos», subraya el arquitecto. Ejemplos ya visibles Casablanca ya ha iniciado este cambio. La actual Casa Finance City se ha construido sobre la antigua zona aeroportuaria de Anfa, mientras que el barrio de la Marina ocupa terrenos portuarios en desuso. Estos proyectos, aunque cuestionados por algunos, ilustran la capacidad de la regeneración urbana para transformar la imagen de una ciudad y reforzar su atractivo. «Un terreno baldío es una página en blanco», resume Besri. «Podemos escribir una nueva historia: transformar un hangar en un mercado cubierto, una fábrica en un centro cultural, un terreno baldío en un parque. Incluso una vieja fábrica puede convertirse en el lugar favorito de una nueva generación.» Un desafío ecológico y social Más allá de la imagen y el atractivo, la rehabilitación de las áreas abandonadas responde a una urgencia ecológica. Casablanca cuenta con solo un metro cuadrado de espacio verde por habitante, lejos de los 10 m² recomendados por la OMS. «Regenerar estos sitios también significa ofrecer respiros a la ciudad», insiste Besri. «Crear parques, plazas, desarrollar movilidades suaves alrededor de nodos intermodales — estaciones, tranvías, autobuses, taxis — es lo que puede cambiar el día a día de los casablanqueses.» La cuestión social es igualmente central. Pueden surgir nuevos barrios pensados alrededor de la diversidad, la inclusión y la juventud. «Estas áreas abandonadas pueden convertirse en laboratorios de nuevas prácticas urbanas, abiertas a la cultura, la creatividad y la economía social», añade el arquitecto. Ya, la capital económica del Reino comienza a reconquistar sus espacios públicos: el parque de la Liga Árabe, el malecón remodelado, los nuevos parques urbanos. «Los casablanqueses salen más, se reapropian de su ciudad. Hay que continuar en esta línea e inscribir la regeneración de las áreas abandonadas en esta dinámica», aboga Besri. Para lograrlo, se necesitará visión, políticas públicas fuertes, y sobre todo, una voluntad colectiva. Porque, como recuerda Besri, «regenerar la ciudad no es solo asunto de arquitectos. Es un proyecto que nos concierne a todos: es nuestro entorno de vida, nuestra memoria, y sobre todo, el futuro de nuestros hijos.»