Las manifestaciones pacíficas de GenZ 212 en Marruecos sobre la salud y la educación se transformaron en violencia en varias ciudades, causando la muerte de tres personas y actos de vandalismo en bienes públicos y privados en 23 provincias. ¿Falta de diálogo o respuesta tardía del gobierno? El psicosociólogo Mohcine Benzakour analiza las razones de la ira que estalló en violencia. Lo que comenzó como un movimiento pacífico, impulsado por el colectivo juvenil GenZ 212 para exigir mejores servicios de salud y una educación pública de calidad, se ha tornado violento en algunas ciudades marroquíes. Las protestas han derivado en enfrentamientos con las fuerzas del orden, incendios provocados, actos de vandalismo y saqueos. Aunque las concentraciones del fin de semana transcurrieron de manera pacífica, las dos noches siguientes experimentaron una preocupante escalada de violencia. En la provincia de Inezgane–Aït Melloul, tres personas perdieron la vida cuando gendarmes en Leqliaa utilizaron sus armas para repeler un ataque contra su cuartel general. Los daños han afectado tanto a bienes públicos como privados, con actos de vandalismo dirigidos a oficinas administrativas, centros de salud, instalaciones de seguridad y oficinas municipales, así como a bancos y comercios en 23 provincias y prefecturas. Psicología de las multitudes, juventud desatendida ¿Por qué estas manifestaciones pacíficas degeneraron en violencia? Para el psicosociólogo marroquí Mohcine Benzakour, una de las razones es la respuesta tardía del gobierno. «Las demandas eran sobre salud y una mejor educación. Hasta ese momento, todo estaba claro», explica. Pero cuando «estos jóvenes salieron a la calle y se sintieron ignorados», la frustración se impuso. La falta de diálogo fue un punto de inflexión crucial. «Cuando las autoridades intervienen sin ofrecer diálogo, la gente queda a merced de sus propias interpretaciones. Esto abre la puerta a quienes quieren explotar la situación con fines diversos. Todas las posibilidades se vuelven factibles», sostiene Benzakour. Esta dinámica, según él, es lo que el psicólogo social francés Gustave Le Bon describió como la «psicología de las multitudes». «Una sola chispa puede tener consecuencias desastrosas», señala Benzakour. Cita los disturbios en el fútbol como ejemplo: «Los aficionados salen de los estadios irritados, y de repente, las cosas se agravan. La misma lógica se aplica aquí. Una chispa puede convertirse en violencia, y eso es exactamente lo que hemos observado en los vídeos.» Los recientes eventos en Inzegane y otras ciudades ilustran este cambio. «Ya no hablamos de manifestaciones, ni siquiera de violencia, es criminalidad», declara, refiriéndose al intento de asaltar un puesto de gendarmería para apoderarse de armas y municiones. La preocupante presencia de menores En reacción a la reciente declaración del Ministerio del Interior que subraya que los menores representaban el 70% de los participantes en algunos grupos, Benzakour califica esto como un «problema particularmente sensible». «Estos menores son solo seguidores, fácilmente influenciables, carentes de madurez y juicio. Su impulsividad adolescente, combinada con la falta de pensamiento crítico, alimenta un comportamiento destructivo, como hemos visto cuando quemaban coches y saltaban sobre ellos», explica. «Debemos tratar a estos jóvenes con cuidado, porque están evidentemente desatendidos», subraya. Para él, la culpa no debe recaer únicamente en las familias: «La sociedad civil también tiene una responsabilidad, al igual que los centros de juventud tradicionales que ya no cumplen su función. Ahora, los jóvenes pasan su tiempo libre pegados a sus teléfonos, inmersos en contenidos de redes sociales no regulados, expuestos al caos y a la impulsividad.» Para el analista, la situación actual «requiere sabiduría política y experiencia» para evitar otros escenarios violentos. «Si las manifestaciones continúan de esta manera, la violencia generará una contraviolencia, y eso, Dios nos libre, podría degenerar en inseguridad.» La responsabilidad, según Benzakour, es doble. «La responsabilidad es compartida al no responder a las manifestaciones. Pero aquellos que saquean, roban o se entregan al vandalismo y al caos llevan toda la responsabilidad de sus actos.» Sin embargo, insiste, no es demasiado tarde: «Debe haber diálogo, tranquilidad y despliegue de comités de vigilancia.»