Rumbo a Assilah, la ciudad a orillas del océano Atlántico que cuenta con un majestuoso palacio que data de principios del siglo XX. De hecho, fue construido solo unos años antes del inicio del protectorado. El palacio Raissouni es el tema #Nomad de la semana. En Assilah, a unos cuarenta kilómetros al sur de Tánger, y cerca de Borj Sidi Maimoun, se erige una joya arquitectónica a orillas del Atlántico y junto a las murallas portuguesas de la ciudad. A primera vista, el palacio Raissouni podría parecer una simple vivienda convertida en casa de la cultura. No obstante, este edificio está profundamente vinculado a la figura de Moulay Ahmed Raissouni, quien fue gobernador de Assilah, de las tribus Jbala, y de Ksar El Kbir y Larache durante el reinado del sultán Moulay Hafid. Un despliegue de riqueza para impresionar a los europeos El palacio fue construido en 1909 por Moulay Ahmed Raissouni, tras recibir un dahir que lo nombraba gobernador, según relata el historiador especializado en la región de Tánger-Tetuán-Alhucemas, Ali Raissouni. Con sede en varias ciudades, Raissouni decidió convertir a Assilah en su capital y emprendió la construcción de un palacio con el objetivo de «impresionar a los europeos que residían en Tánger y que creían que los marroquíes aún vivían en la era de las construcciones tradicionales de barro», explica el historiador. La residencia se convirtió en un símbolo de «modernidad» y «belleza arquitectónica». «Quería edificar un lugar acorde a su título y poder. Importó los zelliges que aún decoran la entrada del palacio desde Sevilla y mármol de Italia», comenta Mustapha Ziane, otro historiador citado por Aujourd'hui le Maroc. La fachada del palacio Raissouni. / Ph. DR Sin embargo, Raissouni solo habitó la residencia por unos pocos años. En 1913, comenzó «el yihad en el norte del reino» para combatir al ocupante español, lo que lo llevó a abandonar su palacio. Los españoles tomaron control del edificio durante varios años, hasta que finalmente el gobierno marroquí lo recuperó mucho tiempo después. El ksar fue restaurado y reacondicionado en 1998. Hoy, el lugar es una auténtica joya arquitectónica, con su suelo de mármol decorado con zellige, las esculturas refinadas que adornan sus techos y el amplio patio ideal para grandes recepciones. Una fuente que solía estar allí fue retirada. En sus dos pisos adicionales, decenas de habitaciones invitan al visitante a perderse y viajar en el tiempo. El lugar es un homenaje al lujo de antaño. Una vista de la arquitectura interior del palacio. / Ph. DR